La noche

Recordaba yo anoche, aquella noche, en que sin quererlo, cifré mi atención en la cruz del sur, y en las higueras.
Anoche sentí, como pocas veces, que el tiempo que iba a ocupar en dormir, sería un tiempo ridículamente desperdiciado. Quería escribir, leer, hablar, mirar, y recordar, y que pasó, simplemente dormí, como hace tiempo no lo hacía, dormí sin despertar una sola vez en la noche, como si nada existiera o importara, sin embargo, siento que perdí tiempo precioso, tiempo mio y de mi constante sinfonía mental. Pese a que descanse como pocas veces, hoy me arrepiento de haber dormido, quería llenar mi mente de esto y aquello, quería ver amanecer, escuchar y sentir la noche y sus múltiples sonidos, disfrutar de la muerte momentanea de lo que me rodeaba en aquel instante, quería simplemente dejar pasar las horas invirtiendo a.m por p.m y no pude, que frustración. En la escasa hora y media que duro mi ejercicio insomne, algo alcanzé a meditar, y ese algo es que definitivamente, frente al sueño no tengo voluntad.
Consumía mi atención mi re- encuentro con la lectura. Mi víctima en esta oportunidad es H.P Lovecraft, y su "el Caso de Charles Dexter Ward" un libro para ser leído precisamente en el estado que yo me proponía lograr, el libro de un loco, del que con suerte alcanzé la página 15.
Demonios y mil demonios!
y dormí, domí y dormí, y hoy me siento endemoniadamente inconforme conmigo misma.

La noche es el momento adecuado para la digestión, a digerir y ordenar la mente es a lo que me refiero. Tenía contemplada yo 6 horas para lograrlo, y solo completé 1 y 1/2.
Así no se puede, yo sufro pues, al contrario del común, por esa facilidad de los mil demonios que tengo para conciliar el sueño y mantenerlo por horas y horas.